Los relatos odeopóricos son la literatura realizada por los viajeros relatando a modo de diario sus experiencias. Gracias a ellos, por la información que dejan, se hace constancia posterior de muchos detalles y pormenores de los lugares de paso y de las personas, circunstancias, formas de vida y antropología en general de lo que se iban encontrando y levantando acta.
Los relatos de peregrinos hechos públicos que coinciden con la época en la que don Elías Valiñas fue cura del Cebreiro, 30 años, son muy pocos desde 1959 hasta el año 1989 en que fallece, y no en todos hablan sobre él, pues era muy usual que estuviera "pintandola por el Camino".
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"...Preguntamos por el señor cura, que pretendemos suba con nosotros hasta el santuario del Cebrero.
-Vai de viaxe.
-¿En Lugo?
-Non señor! ¡En Francia!
Se oye aquí un gallego claro y reposado. El señor cura acoso se acerque a Aurillac, a saludar el sepulcro de San Giraldo, que fue lo que parece, quién fundó en el alto Cebrero. No necesitamos llaves de la iglesia, nos advierten, que están haciendo obras..."
Este relato del año 1962 es impagable: ¿que hará el cura de este recóndito lugar en Francía? se preguntaría don Álvaro Cunqueiro, -que es quién lo escribe-, lo normal es que un cura de aldea esté de viaje a Lugo a ver a su señor obispo, ¿pero a Francia?
Se trata del primer capítulo de la serie Por el Camino de las peregrinaciones; De Piedrafita a Compostela, que con el título En el Alto Cebrero fue publicado el 14 de octubre de 1962 en el periódico El Faro de Vigo. También podemos leer toda la serie en los siguientes antologías: de Tusquest Editores Álvaro Cunqueiro; El Pasajero en Galicia, y en Alba Ediciones el libro titulado Álvaro Cunqueiro, Por el Camino de las peregrinaciones.
1971; Alejandro Uli Ballaz.
"Un turismo que se detiene; a la invitación que nos hacen para que subamos, respondemos agradecidos que nuestra marcha es a pie y el conductor se despide con un -Entonces hasta mañana- a José Marí se le hace la cara conocida y se atrevería a afirmar que se trata del padre Valiña, que apareció un día en la tele y que debe estar en el santuario del Cebrero. Ya lo comprobaremos...
...Pasamos sin detenernos junto a unas pallozas y nos dirigimos a la hospedería de gruesos muros y empinados tejados, sencilla y acogedora. ¡Que agradable sorpresa encontrar aquí al padre Valiña, el conductor que ayer nos ofreció asiento en su coche antes de Villafranca del Bierzo! ¡Buena vista, José Mari!
El padre Valiña se interesa por nuestro largo viaje y nos pregunta por mil y un detalles, como fecha de salida, etapas, media diaria, estado de los pies, etc; por su parte nos informa sobre la historia y arte de este antiquísimo y venerado santuario. Nos hace estampar nuestras firmas en un libro grande de visitantes... Está claro que, aparte de la natural curiosidad que puede provocar nuestra andadura, el padre Valiña va retrasando de intento el servicio de unas cervezas, no sea que nos perjudiquen, con lo acalorados que estamos por el esfuerzo de esta tarde...
...Durante la cena en el parador, el padre Valiña nos busca alojamiento (el parador está completo) y nos entrega sendas botellas de vino, especialmente embotellado para los peregrinos, obsequio de los mineros de la mina Santa Bárbara.
Pernoctamos en distintas casas del pueblo."
Este relato, muy desconocido, transmite mucha información:
Primero: Valiña ofrece subir a su coche a unos peregrinos, luego no consideraba ese purismo, tan obsesivo hoy, de que el Camino hay que hacerlo en su totalidad andando, si no visitando. Algo, un concepto, que ha cambiado radicalmente, ahora prima el andar antes que visitar, y fuera del surco que la flecha amarilla que inventar don Elías Valiña, el peregrino no quiere ver nada más, claro que tal como está la coyuntura de la hospitalidad, o lo hacemos todos con idénticos medios o debemos buscar los peregrinos una alternativa de alojamiento distinta de los senderistas del Camino que acaparan los albergues.
Segundo: El libro, "ese libro" que les da a firmar a los peregrinos tiene hoy un valor incuestionable, yo también recuerdo haberlo firmado. Valiña entre sus propósitos de Coordinador del Camino figuraba la utilización e implantación del Libro del Peregrino en todos los hospitales, para que se pudiera poner en ellos reseñas.
Tercero: El vino del peregrino, yo lo recuerdo perfectamente y cuando lo he comentado nadie ha sabido darme razón, es más lo llegué a omitir en mi diario pensando que era un fallo de mi memoria, dado que esa parte del manuscrito, por una desgraciada pérdida tuve que volver a hacerla años después.
Me da un poco de rabia haber descubierto este libro titulado Herru Santiagu! tan tarde, es casi una rareza editada por El mensajero de San Antono. Una rara avis de la que no conozco a nadie que lo conozca.
1965; José Antonio Vizcaino:
Vizcaino es uno de los peregrinos que no cita a don Elías, pero si a su obra. Realiza el Camino en el mes de enero, con el Cebreiro nevado, sube desde Piedrafita y vuelve a bajar para pernoctar allí en una fonda y continuar al día siguiente en un bacio coche de línea que a punto de salirse de la carretera le conduce hasta Triacastela. La verdad que es una pena, pues lo que escribe la pluma de Vizcaino es una delicia leer.
"El monasterioo del Cebrero se halla a más de mil docientos noventa metros de altitud sobre el nivel del mar. Actualmente, en vías de reconstrucción, así como el poblado, que será todo él de pallozas, las cl´sicas viviendas cónicas, con techumbre de paja, entretejidas con retama y fácilmente adaptables a las sinuosidades del terreno, que recuerdan los castros prehistóricos y las habitaciones de los primitivos céltas. Hoy, como ayer, los montañeses se resguardan en su interior de las rigurosidades de la estación fría, agurpándose en torno al lar y durmiendo amontonados en las literas. Estas pallozas -o pallazas- han despertado la atención de los etnólogos, de igual modo que la iglesia, de los siglos X al XI, han sido concienzudamente estudiada por los arqueólogos."
Desde la atalaya del Cebrero José Antonio Vizcaino se fuma una pipa disfrutando del paisaje que se extiende a sus píes, allí es sorprendido por Ramón, el de Becerrea, un guardia civil envuelto en su capote, que tras interrogarle: "-¿Va usted muy lejos?... -Voy a Santiago... -¿De peregrino?, ya me lo olía yo". le recomienda una fonda, y que diga que va de su parte.
El libro de la Editorial Afaguara se titula "De Roncesvalles a Compostela", y es una lecturas jacobeas que más recomiendo.
1964; Millán Clemente de Diego:
A Millán unos meses más tarde le ocurre lo mismo que a Vizcaino, no hace mención de don Elías, lo que viene a decir que no coincide con él por lo que pega la hebra con un anciano vecino que había trabajado seis años en Cuba.
"El mesón-santuario estaba en casi completa ruina hasta hace poco. En la actualidad ha sido magníficamente reparado. Precísamente el día que pasó por allí el viajero faltaban cinco para su reinauguración. Así se lo comunicó el encargado de las obras:
-Será un día sonado para el Cebrero: vendrá el señor obispo... (30 de agosto de 1964)
...El viajero visita la de Domingo Núñez, el más anciano de la localidad: ochenta y tres años.
Domingo le recibe al principio con gesto hosco -está cortando unas ramas con un hacha en la puerta de la palloza-, pero después de unos minutos de conversación, le invita a pasar a la choca. Vive allí solo. No se observa suciedad por ningún lado en el interior. El techo y el suelo están muy límpios. Tiene la palloza de Domingo tres habitaciones y, según explica su propietario es la mejor del pueblo. Traspasada la puerta se entra en la cocina, con fogón y campana. Enfrente está el comedor, que no tiene más mobiliario que una tosca mesa de madera y un banco a cada lado. Más allá, cierra la casa el dormitorio, un cuarto más pequeño en el que apenas cabe el camastro.
Desde la ventana de la cocina se divisa roda na amplia panorámica de la ladera del monte. Varios caseríos surgen escalonados a lo largo del declive. Domingo los enumera con voz parsiminosa:
-Peñas de Pico, Baramayor, Los Montes..."
Desgraciadamente don Elías refleja tal atracción a su persona que acapara la atención del viajero peregrino evitando otras relaciones humanas como las descritas en su ausencia por las personas interesadas a pasar por el Camino absorviéndolo.
El libro de la Editorial Pueyo se titula "Andando por el Camino de Santiago", es también objeto de mi recomendación.
1965; Vicente Martínez:
En cambio don Vicente Maríínez si encuentra al Cura del Cebrero pero apenas se fija en él:
-Llegamos a Santa María del Cebrero muy pronto. Además de ver las típicas pallozas, oímos del párroco la narración del conocido milagro acaecido en el santuario que aquí hubo en tiempos pasados y cuyo hecho, leyenda o realidad, inspiró al poeta Cabanilles; -O cabaleiro do San Grial-...
El cultísimo autor se centra más bien en las citas, los topónimos y las batallas del pasado que en la etnográfia y el costumbrismo de los lugares.
Su libro titulado El Camino de Santiago, diario de un peregrino fue editado por Publicaciones Españolas
1968; Paolo Gaucci:
Es muy a destacar lo que cuentan de su primer encuentro con él el profesor Paolo Gaucci von Saucken, quién llegaría a ser con el tiempo el presidente del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago. El corto relato realizado expresamente en su honor y recuerdo se encuentran recogido en el libro editado por la A.G.A.C.S. bajo el título Elías Valiña el sueño de un camino, unos textos que acompañan a la reedición en facsimil de los Boletines del Camino de Santiago que realizara en su día don Elías Valiña como Coordinador del Camino de Santiago.
"...mientras miraba absorto el pueblo abandonado, silencioso y sumergido en un sueño arcaico, oí unos pasos detrás de mi y vi acercarse a una persona diminuta y enjuta con unos ojos vivísimos tras unas pequeñas gafas, que me decía: "¡Peregrino! ¡Peregrino! Me sentí como distinguido, casi bautizado por estas palabras...
...Don Elías me acribilló a preguntas: de dónde venía, por donde había pasado, si había encontrado a otros peregrinos, por qué hacía el Camino, cómo era que un italiano lo estaba recorriendo: me dijo que era uno de los primeros que pasaba por allí. Me instó en seguida a dejar la mochila en el portal de la Iglésia, me la hizo visitar entera...""
1982; Pablo Arribas Briones:
Don Pablo, nuestro entrañable maestro, en la ya mencionada edición de Elías Valiña el sueño de un camino, rememorando incluso su primera peregrinación de 1965 nos cuenta algo, que es una constante:
"Aunque "despache" con él en varias ocasiones, nunca logré encontrarle en O Cebreiro: de mi mala suerte dejé constancia en 1982 en mi libro "El Camino de Santiago en Castilla y León". En aquella ocasión había bajado a un entierro; pero si tuve la suerte de oir el antiquísimo "alalaa do Cebreiro" que entonaban con buen humor los de una boda....
...Supe que le habían dejado recado de mi visita y que él también lamentó no haber podido estar conmigo."
1985; Antón Pombo:
Uno de los relatos más impagables
que he leído sobre Valiña es el de otro personaje del Camino con el que tengo
la suerte de mantener amistad. Se trata del doctor en Historia don Antón Pombo,
expresidente de la AGACS y miembro del Comité Asesor del Camino de Santiago de
la Xunta de Galicia, pero al que los que le apreciamos, nos referimos con
cariño al hablar de él, como el “monguillo de Valiña” .
Antón a pesar de ser muy conocido
por sus diversas guía Anaya sobre varios caminos, contantemente actualizadas,
no escribió su relato de peregrino, lo que si hizo fue redactar una semblanza
sobre don Elía Valiña y de cómo le conoció: “Hai agora 25 anos… Elías e o seu carro de lume” que se editó en la
revista de la A.G.A.C.S. nº 21-22, en un especial dedicado a Elías Valiña El renacimiento del camino.
Vamos a leer la curiosidad de que al no ir Antón al Cebrero, fue el Cebrero el que fue a Antón.
Escrito originariamente en gallego, con lo que al traducirlo en aras a un mayor entendimiento general de los que leen éste blogs, ha perdido gran parte de la gracia de sus expresiones y de la chispa con el que fue escrito. Nos cuenta
como siendo estudiante de Historia, e influenciado por un profesor, peregrinó junto
a unos amigos en bicicleta en el año 1984, haciendo parada en el Cebreiro donde
conoció a don Elías compartiendo con él las charlas típicas de los que hacen el
Camino y sienten un interés vivo por él.
Pasó un año y…
“En estas estábamos en un pintoresco piso de la rua Santiago de Chile,
de fachada amarilla y decorado rabiosamente provocativo por dentro, muy al
estilo de la movida de los 80, por los que compartíamos el mismo techo, entre
ellos un fichaje de última hora que tenía unas pintas más que evidentes de Hohm
Lennon, cuando un día de resaca llamaron a la puerta. El presunto Beatle abrió,
y con su delicado pose teatral de artista mistico-alternativo al tiempo que
dibujaba una pícara sonrisa, me dijo: -Aquí
hay un cura, o algo así, que pregunta por ti.
Muy azorado por la noticia, e realmente intrigado, fui a la puerta para comprobar, en efecto,
que era el señor cura del Cebreiro el que acudía buscándome a mi humilde
morada, algo considerado poco menos que una locura.
Me recordaba aquel clérigo incrédulo cuando llegó el vecino de
Barxamaior a misa un día en medio de una tormenta de nieve y pensé para mis
adentros: -Mal debe andar este Don Elias para tener que venir a buscarme a mí,
que desde luego no estoy en su onda ni mucho menos, siendo más bien en una
diversión y una fiesta continua en Compostela. Porque aquí no hubo milagro de
transubstanción inmediata, como en la
montaña, sino un lento y oculto prodigio; o una transformación personal.
Le invito a entrar en el salón, que desde luego era un escándalo para un
cura como él, decorado por Lennon con muchas alusiones directas a “hacer el
amor y no la guerra”, pero sin prestar la menor atención a los poster pegados,
me mira fijamente a los ojos y va directo al asunto:
-Hola Antón, vengo con mucha prisa, pero quería que me contaras como
van tus gestiones para crear la asociación de amigos del Camino en la provincia
de la Coruña.
Desde luego no sé si algún le prometí algo, de ese asunto no me
acordaba, y además ¿Qué podía hacer un estudiante de tercero curso de Historia
en una ciudad entre tanta autoridad eclesiástica y civil, profesores con tanta
fama e intelectuales de todo tipo?. Esto fue más o menos lo que le dije como
respuesta a Valiña, diciéndole que sería mejor que se pusiera en contacto con
alguien del Cabildo catedralicio, de la Universidad o de la Mafia neotemplaria,
¿yo que se?
-No, con esos no hay nada que hacer, esta asociación la tienen que
montar los peregrinos entusiastas, la gente que conoce el Camino y lo quiere de
verdad, gente como tú. Anda, hazme el favor de crear la asociación de una vez,
que ya tenemos casi todas las del Camino
comprometidas, una por provincia, y solo falta la Coruña, que no puede ser que
donde está Santiago no haya nada, ¡Sería lamentable que esto pasara aquí en
Galicia!”
1976; Fernando Lalanda:
"De pronto nos vimos sorprendidos de una gran cantidad de mastines que venían curiosos a olisquearnos en bienvenida, la reala lejos de ser agresiva y celosa de su feudo sentía la curiosidad del que vive aislado y ansía descubrir nuevas gentes. Nos enteramos que eran del cura, que los criaba para defender el lugar de los lobos a la vez preservaba la raza del mastín leones de tanta moda de pastor alemán.
Aquel pastor español era todo un regenerador como sacerdote, había puesto en marcha una hospedería del siglo XII, para bien nuestro, pues pudimos cenar en su grata compañía.
-No os entendía, ese hombre no os entendía, no sabe hablar el castellano... Alfonso XIII solo abrió las Urdes hace cincuenta años, esto es peor, aquí mismo están los Ancares, en invierno la gente se queda aislada junto a sus hogares sitiadas por la nieve durante muchos meses, no hay luz, ni teléfono, ni doctores Marañones que puedan venir a caballo por algún camino y eso que estamos en 1976.
-Ya que tiene tantos perros, podría ponerles un tonelito con queimada y adiestrarlos a socorrer peregrinos perdidos.
-Pocos peregrinos pasan, además que como se enteren mis paisanos no ganaría para orujo, no veáis como se socorren.
Mientras bromeábamos con "San Mastín", dejábamos en evidencia un tema que nos había ocurrido constantemente, nuestra tendencia era evitar las carreteras, no porque se anduviese mal del todo por ellas o existiese excesivo peligro, sino quizás por la rabia que nos daba el pensar que debajo de aquella joven costra de alquitrán existía un suelo de piedra, polvo y tierra batida por millares de pies, durante cienos de años. Al igual que la cabra nosotros tendíamos a extraviarnos buscando la alternativa al asfalto y en su consecuencia zigzagueábamos por esos caminos de Dios.
Nos inquirió y le contamos alguna de las batallitas perdidas de nuestro bagaje de extravío. Que por Boadilla alguien nos indicó mal y vagamos bajo las estrellas hasta llegar a Frómista bien avanzada la noche. Experiencia inolvidable que por dura, por extraños vericuetos de nuestras masoquistas mentes, son las que más gratamente gravan nuestra memoria y más gustosamente recuerdas. O tal vez porque las luces de mi ciudad me han borrado el firmamento de la memoria y ponerle un techo así a tus pasos es deslumbrante e inenarrable para un peregrino errante en la noche.
También pasado Castrogeriz un pastor nos pidió rescate por devolvernos al Camino que según él habíamos perdido, el pobre se sacaba un sobresueldo muy esporádico como moderno asaltante de caminos.
Por los páramos de León antes de encontrar un camino de hierro en desuso que nos encarriló hasta cerca de Mansilla, agrupaciones de murrias, montoncitos de cinco o seis piedras nos mojonaban el camino siendo seña el dejarlos a nuestra derecha.
-También nos hemos encontrado a unos chavales de la Oje que nos dijeron que andaban buscando el camino romano haciendo mapas y que marcaban el de los peregrinos con cal. Cuando éste dejaba la carretera dejaban allí una flecha.
-Sí, dejan allí al niño solo, bromeó Eduardo.
-De calllll, que no de otros lodos.
-Estamos bromeando, flechas y pelayos eran las categorías del antiguo Frente de Juventudes, la madre de la Oje, ahora en vez de flechas son arqueros.
-No, no, yo pensaba en la cal, nos dijo el cura, se moja y se deteriora desapareciendo con el tiempo.
Movimiento de falanges de niños con arcos en forma de yugo y haces de flechas blancas, marcando el paso por rutas imperiales hacia occidente, dado la cara al sol poniente paseaban por mi menta.
-¿En qué piensas?, ¿Que murmuras?
-Nada, nada, en Santiago cerrando España.
-La verdad es que si se debería pensar en hacer algo.
-¿Para qué?, Ahora las peregrinaciones con fe se hacen en autobuses concertados, nosotros sólo somos el folclore. No sé si merecerá la pena, posiblemente haya diez veces más personas en el Camino pintándola que los que realmente lo estamos haciendo y eso que es Santo, ¿Que va a pasar el año que viene?, ¿Cuantos van a pasar?
-Os equivocáis, hay algo más, El Camino tiene su espíritu, yo que vivo aquí en su borde lo percibo, no está muerto, de hecho estáis vosotros aquí.
-Nosotros, nosotros no somos verdaderos peregrinos, somos unos niños bien criados que vamos detrás de su última gran aventura, jugando a ser hippies trasnochados. Estamos de vacaciones, dentro de diez días volveremos a la oficina y a los libros de Derecho. ¿Tú crees que a la gente de nuestra edad realmente le mueven los santos y los perdones de pecados?, ¿Pero qué pecados tenemos?, pero si lo que queremos es pecar de amar, necesitamos tentaciones de libertad, de justicia, de....
-No le haga caso páter, este es un panfletario ateo y recalcitrante, pero tiene algo de razón, nos sentimos más quijotes y caballeros andantes que penitentes, dentro de seis años en el próximo año Santo de 1982 estaremos tal vez casados y con hijos, ya no seremos tan libres para dormir al raso y ver el arte románico. Además es verdad, son vacaciones estamos aquí como podríamos estar en una playa, tenemos nuestras necesidades primarias cubiertas. El día que haya más bienestar social y poder adquisitivo habrá más peregrinos como nosotros.
Aquella conversación a medio camino, en la que nos declarábamos "no peregrinos" a un cura del Cebreiro, quedó prendida con alfileres en la grabadora del tiempo, tan solo cinco días después nos faltaba el camino bajo los pies, y era tal la influencia y el cambio sufrido que empiezas a considerarte peregrino cuando te vas de Santiago, es recuerdo, la añoranza es nuestro destino y terminas siendo poseído por aquel espíritu mágico del que hablaba el cura.
El sacerdote además de párroco de este apartado lugar del mundo era constructor, había formado una cooperativa de feligreses que se dedicaba a construir casas y a reconstruir las pallozas como museos, donde el ejercía no había paro. No contó que en una de ellas quería hacer un museo para salvaguardar el costumbrismo del lugar a la vez que quería que la gente evolucionase y no se quedasen atrapados en el tiempo en un pasado constante como el que les había encontrado viviendo cuando llegó.
Después de alojarnos en una de sus obras, le despedimos mientras cogía un viejo coche para bajar el puerto y dormir en el pueblo de Piedrafita. Es curioso, conoces en un rato a una persona, se cruzan nuestras vidas en un solo chispazo de existencia y no le vuelves a olvidar ya en toda tu vida. No supe su nombre durante muchísimos años y le recordé junto al Camino, por sus obras, como una de las experiencias más agradables de aquella aventura...”
Hacía días nos habían aburrido con un sermón sobre la pureza, a nosotros que lo que anhelábamos era precisamente lo contrario; sexo, drogas (no existían) y Rock and roll. Era un discurso tan absurdo como el sexo de los Ángeles, ¿pero a quién le interesa? Me preguntaba si la Iglesia no tenía otra cosa mejor en que pensar, pero llega este sacerdote y con su ejemplo nos lo quita de la cabeza de un golpe, él se preocupa por el pan nuestro de cada día de sus gentes, nos daba una esperanza de una comunidad cristiana escondida que aún sobrevivía.
Aquella tarde fuimos una multitud los peregrinos que nos juntamos en el Alto del Cebrero, pues además de nuestros tres compañeros que subieron desde Piedrafita, nos reencontramos con Ángel, de Arévalo, así como de dos individuos e lengua raza y país ininteligibles, en total éramos ocho los peregrinos. Y Resultó que en aquella singular partida no solo disfrutábamos de un rubio seminarista, sino que disponíamos hasta de capellán propio, nuestro arévaco no solo cuidaba de chotos como decía, sino que también era otro el ganado que le preocupaba. Pidió las llaves y permiso a Valiña y como buenos "bovinos" acompañamos a nuestro pastor peregrino en su misa. Como me veía tan rojo y el hábito no hace al monaguillo me solicitó encarecidamente que le ayudara en la ceremonia, y aunque me parecía un sacrilegio por mi parte, no me pude negar, más que nada porque estaba alelado con la sorpresa del descubrimiento. Se empeñó tanto en que le tocara las campanillas mientras él cantaba la misa en Santa María del Cebrero y he de destacar que aunque en aquel tiempo anidase yo más ecléctico que eclesiástico y que toqué a destiempo el instrumento no desentoné en aquel altar de doce siglos de historias y con un Santo Grial en su vientre.
Fue una ceremonia muy íntima, únicamente estábamos aquel puñado de peregrinos y el anfitrión agrupados junto al altar, algo inolvidable."
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